Ya es de mañana. El desayuno llegó e incluía un cuernito o "croissant", yogurt, jugo y café. Un típico desayuno continental que hace que pierdas por un breve momento la sensación de que las nalgas han perdido su sensibilidad. A través de la ventana se puede mirar un piso sueve de pequeñas nubes, un mar pacífico en el que estamos a punto de sumergirnos para poder aterrizar. Dormí como 6 horas, pero estoy muy cansado. Ya quiero caminar y tengo un dolor de cabeza estridente.
Por fin, estoy en París. Aún me encuentro en el aeropuerto esperando a mi jefe. No te he marcado por teléfono porque en México son las 03:30 hrs (Es decir, muy temprano) Imagino que estas cansada y no quiero despertarte. Comprendo que Mateo y Déborah tienen la tarea de despertarte a horas no apropiadas. No quiero desvelarte pero te extraño. Francamente, me siento solo. En las pequeñas tiendas no hablan bien el inglés (Aunque creo que en realidad no les interesa hablarlo) Hago lo imposible por comunicarme, pero lo único que parecen lograr los franceses es que me ponga a estudiar francés para no quedar como un estúpido. ¡Que pesados! (Citando al gato con botas de la película de dreamworks) Si estuviera a tu lado, tendría una plática amena. Nos reiríamos de los rostros que caminan uno tras otro adivinando emociones, sentimientos... seríamos felices. Tú me haces feliz, tú me acompletas. Te extraño más que nunca y cada que veo un chiquillo correr, reir o llorar, solo puedo pensar en mis pequeños ¿Cómo están? Los extraño tanto.
Por cierto, en el vuelo Miami-París, es un mito el tema de la aeromozas ya que eran hombres pasados de los cincuenta años los que nos atendieron. Uno de ellos era de Hawai y se veía robusto y pesado, pero muy servicial. Puedes decirle a tu abuelita y a tu prima (O primo, ya que parece más primo que prima) que es mentira el tema de las aeromozas delgadas y bellas, es decir, yo podría postularme para un puesto así sin problemas.
Los bebés de los hombres de color son muy peculiares y hermosos. Normalmente uno tiene en mente los bebés de los empaques de pañales, rubios y caucásicos, pero los bebés de la raza negra (Sin sonar despectivo) son verdaderamente hermosos. No estoy acostumbrado a verlos tan de cerca.
¡Finalmente llegó mi jefe! Caminamos por todo el aeropuerto buscando el área de renta de automóviles y cuando la encontramos, rentó un Volvo SQ3 (Un carro de "lujo") solo que el lujo sirve para nada cuando tratas de atravezar una ciudad plagada de automóviles. El tráfico hizo un viaje de una horas en una peregrinación de tres horas. La carretera "Nationale 20" era la que tomamos para llegar al hotel que se encuentra en Mondésir. Se pueden ver campos de cultivo por todos lados y pequeños fraccionamientos rústicos pero modernos (Es decir, muy viejas las contrucciones pero con calles sin baches, perfectamente alumbradas y carros último modelo estacionados en las casas). Por primera vez pude ver generadores de electricidad por viento; se que hay en México, pero esta vez me tocó verlos en pleno funcionamiento y muy de cerca.
Son las 15:30 horas, llegamos al "Hotel Du Mondésir". El restaurante del hotel ya estaba cerrado por lo que decidimos ir a nuestros cuartos. Me quedé dormido y desperté a las 22:00 horas. Ya en la noche me encontré con otros compañeros de la oficina. Uno de los peces gordos de la empresa nos invitó a cenar a un restaurante llamado "Le Safari" en el que podías pedir un filete de cebra, de antílope o de canguro. Por supuesto, no pedí ninguno de estas tres opciones. Pedí una "Tartiflete", típico guiso francés con papas, una cerveza, una copa de vino tinto (En Francia, beben más vino tinto que agua) y de postre algo llamado "Creme Brulé" (Una natilla con azucar quemada) Fue una velada agradable donde se encontraban cuatro culturas diferentes, cuatro paises representados en la misma mesa: México, Brasil, Estados Unidos y Francia. Creo, y por lo que pude constatar, que la alegría de los franceses es debida a la exuberante cantidad de vino tinto que toman, pero tienen la sangre muy pesada.
Ya de vuelta en el hotel, caí como piedra en la cama, al menos, brutálmente cómoda.